martes, 29 de abril de 2014

Coruña 42 (27/04/2014)

Para inaugurar el blog, escribiré sobre mi pequeña preparación y posterior participación en el maratón de Coruña 42 (27/04/2014), mi segundo intervención en la mítica distancia de Filipídes.

Mi preparación inició en enero de 2014, cuando formalicé mi inscripción en dicha carrera. Desafortunadamente estuve de baja deportiva todo el mes de febrero y parte de marzo debido a un resfriado y un par de recaídas, tos, fiebre y molestias respiratorias en general. Intenté salir a correr un par de veces, sin embargo, no era capaz ni de aguantar 10 minutos. Con tantas semanas sin ejercitarme creí que no llegaría a tiempo al maratón. Me recuperé totalmente hasta mediados de marzo, así que empecé con una pequeña preparación, recomendada por un buen amigo, que consistía en dos entrenos por semana. En cuanto a las famosas tiradas largas necesarias para afrontar un reto de estas características, sólo pude hacer tres: dos en forma de sendos trails en Castroverde y Oleiros y un entreno de 25 km por mi cuenta. Y esto lo combiné con algunas carreras populares en diversos sitios de Galicia (As Pontes de García Rodríguez, Padrón, A Coruña). Afortunadamente no tuve molestias musculares ni de otra clase en esas últimas semanas.

Llegó el 27 de abril, el día del maratón...




       La ropa de combate estaba lista desde el día anterior.

Tenía tres objetivos: primero que nada acabar la carrera, luego mejorar mi humilde tiempo del año pasado (4h:23) y por último, el más ambicioso para mí, que era bajar de cuatro horas, y si era posible rondar las 3h:50.

Mi táctica, posiblemente un tanto temeraria, consistía en salir un poco más rápido que mi ritmo objetivo, porque era seguro que tarde o temprano tendría dificultades y me toparía indefectiblemente con el denominado muro del maratón, de manera que creí necesario tener un pequeño colchón de minutos para lograr el sub 4h.

Inicié a un ritmo que oscilaba entre los 5:10-5:20/km. Fueron pasando los km con pocas cosas reseñables. Lo positivo es que no tenía molestias de ninguna clase. Arribé al punto de la media maratón y no tenía inconvenientes para seguir manteniendo la misma velocidad. Me sorprendió gratamente llegar tan entero a ese hito. Seguían cayendo los km y tenía poco cansancio. Veía muy factible el sub4h.

El trigésimo kilómetro me pilló relativamente bien. Como era de esperarse, el cansancio ya era notorio, mas no era algo de gravedad. Fue ahí me dije «ya sólo quedan 12, ¡esto ya está hecho!». Qué iluso fui...
Seguí y pronto apareció el km 31. La cosa iba por buen camino, sin embargo, cuando rebasé la marca del km 32 dio inicio mi calvario y todas mis buenas expectativas se fueron al garete. A partir de ese punto me sobrevino de manera repentina un doloroso calambre en el cuádriceps izquierdo que me obligó a bajar mucho el ritmo. Nunca había tenido problemas de ese tipo en una carrera ni en entrenamientos, sin embargo, siempre hay una primera vez, ¡y tenía que ser en el maratón! Fue decepcionante porque a esas alturas iba relativamente cómodo y sentía que tenía reservas para aguantar más, pero si se trata del músculo más voluminoso del cuerpo poca cosa se puede hacer. No me quedó de otra que disminuir bastante el ritmo si quería terminar la carrera. Los sucesivos kilómetros fueron cayendo a cuentagotas: 34... 35... 36... 37... Era como ver un lento reloj de arena. Entre eso, el viento en contra, el tramo en pendiente ascendente y el agotamiento que ya había hecho acto de presencia lo pasé terriblemente mal. Estaba claro que el denominado hombre del mazo (conocido personaje en el mundillo del atletismo) había venido a hacerme una visita, circunstancia que no sucedió el año pasado, en mi primer maratón.

Llegué al km 38 y el dolor en el cuádriceps iba a más, por lo tanto me detuve y luego caminé unos 300 metros hasta el último avituallamiento. Otra vez me dije «esto ya está hecho», y añadí «pero el crono se puede ir a tomar viento». Nunca mejor dicho dadas las circunstancias climatológicas. Tomé bebida isotónica y trozos de plátano (como había hecho en los anteriores puntos) y vertí un poco de agua en mi pierna izquierda. No sé si eso es un buen remedio para los calambres, mas fue lo único que se me ocurrió. Los amables muchachos del avituallamiento me dieron ánimos e intenté correr nuevamente, o más bien a trotar, cual cochino gordo. El cuádriceps seguía dándome la lata, aunque menos. Parecía que el agua ayudó un poco... ¿o habrá sido efecto placebo? No lo sé. Sin embargo, otra vez tenía ese condenado viento en contra, y para colmo lo que había ingerido minutos antes le cayó muy mal a mi estómago. Si no era una cosa era otra. ¡Cómo sufrí en ese trigésimo noveno kilómetro!

El rótulo del km 40 apareció, pero no pude disfrutarlo, dado que tenía naúseas y ganas de vomitar. Afortunadamente en ese punto me encontré con un amigo y su novia, quienes estaban animando a los maratonianos. Ver rostros conocidos (llevaba más de media hora solo) fue como encontrar un oasis en medio del desierto. Además, él tuvo el grandísimo gesto de acompañarme unos 150 metros. Eso me vino de maravilla porque las naúseas y el calambre desaparecieron... o al menos los olvidé.

El kilómetro 41 se dejó ver más pronto de lo que imaginaba. Intenté incrementar el ritmo, ya que comprobé mi reloj y el sub 4h se vislumbraba posible. En dicho trayecto vi más rostros conocidos y eso, combinado con los ánimos de los espectadores me insufló de emoción. Las piernas me pesaban como nunca y me dolía hasta el alma, sin embargo ya no quedaba nada y había que darlo todo. En el km 42 vi a mi madre y sus gritos de aliento me catapultaron hacia la meta. ¡Hasta tuve fuerza para hacer un pequeño sprint en los metros finales!

Crucé la línea de meta en 4h:02:08 (tiempo neto).Alcé los brazos y cerré los puños. Esa fue mi pequeña celebración particular. No había cumplido mi objetivo ambicioso, no obstante, eso era lo de menos. Lo importante fue que había superado el reto, había corrido un maratón por segunda vez, y lo había terminado a pesar de las adversidades. Estaba roto, pero muy contento.



Mi llegada a la meta. Imagen extraída de vídeo de Championchipnorte.

Para finalizar, quiero dar las gracias a mis compañeros, los fotógrafos, las personas anónimas que nos animaron, y a la organización de Coruña 42 por habernos brindado un bonito maratón. Asimismo, quiero felicitar a las agrupaciones musicales y de diversas clases que había a lo largo del recorrido por hacer más ameno nuestro reto. Por último, y no menos importante, mi más sincera enhorabuena y agradecimiento total a los voluntarios. ¡QUÉ GRANDES SOIS, y qué afortunados fuimos por haber contado con vosotros!


Mis dos medallas finisher de Coruña 42. La que está en primer plano es la de este año y la otra es la de la edición de 2013.

¡Hasta la próxima!